En el final de una vida
en huelga
desde el principio,
en un pasado y mismo presente
entre plato y plato
a carcajadas,
en un estar disperso;
el hablar cortado
y el llanto de unos gritos
por encima de otros
con una gasolinera escondida
detrás de cada palabra
siempre honesta dentro;
se ve en los ojos,
en el gesto
y en cada ajetreo involuntario
cargado de explosivos en el corazón
y los pulmones en llamas,
insoportable juntos.
No conocemos otra cosa,
por eso nos teñimos el pelo.
Nunca salimos de aquel bar, no del todo.
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