Una hora a la noche,
un día y otro en supuestos,
nadie más cerca
para frenar ese hábito;
y un segundo
aún alumbra palabras
ya obsoletas
desde el ánimo del cuerpo
y poco más,
parece reducir distancias,
propietario a veces
y desde el mismo sitio;
y yo ahora miro
el estómago revuelto,
la sangre
que olvidó detenerse;
y yo ahí ya no estoy.
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