recorre la vida, toca el infierno;
y descubre una sombra en su asiento,
extiende la mano, toca con miedo;
y deja una huella en forma de línea
que habla en recuerdos,
que imagina,
que nunca acaba;
y es ahí,
es ese sueño el que atrapa la vida.
A ti que habitas en retratos de bienvenida
y juegos en instantáneas,
tras cualquier rostro,
entre desconocidos;
faltó una maldita palabra
en la sangre que enterraste,
en cada mujer que no viste
al robarle la sonrisa;
hay un lugar bajo tierra esperando,
allí, junto a los tuyos;
nosotras ya no estamos.