Ayer me dejé caer
en la lluvia,
en cada burbuja de oxígeno
y la claridad de su tormenta negra;
la palabra se inventó de nuevo,
todas juntas salieron en cascada,
libres y lúcidas
ajenas al tiempo esclavo.
¡Las creí muertas y han vuelto!,
desordenadas en su caos
con todo a la vez
entre truenos y rayos suspiro.
Hoy me sonríen hasta las pestañas.
Y no fue un sueño.
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