en cada una de las vueltas del día;
y en el laberinto del oído,
a modo de estribillo,
se agolpan cadenas sin fin;
el equilibrio parece nublarse
y el gesto se tuerce y sonríe;
se repite el latido de siempre,
golpea el corazón;
la mirada se recoge en las manos
y la boca se abre,
entra el aire y sale;
el cuerpo añora poder sujetarse
y la respiración sostiene la vida.
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