Un paraíso perdido
en un letargo azul y amarillo,
palabras de aroma antiguo
y algún suspiro en dibujo;
una confianza a plazos,
agotada en años de espera,
mendicidad y rapto;
y los viernes ya no enamoran,
se desploman las fantasías;
y la vida sigue,
en un rincón que siempre acoge,
que se conoce,
que descansa en la vida y respira,
que está en casa y duerme,
que ya no puede llorar.
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