caen hombros y piernas,
tiembla el estómago
y una voz repite a latigazos:
"se ha roto el corazón,
huyen las mariposas,
se espanta la inocencia,
el alma se rinde".
Y queda el agua, la respiración,
un cuerpo que sobrevive
en un lugar de silencio
y la confianza de volver a ser.
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