Aquella columna a grietas,
la puerta blanca
y los huecos aún vacíos
en nuestra casa;
y otra destruida,
el pasillo oscuro para correr
a aquel lavabo
ya sin ayuda ni pies ni cabeza;
no está la escalera arriba,
sólo un laberinto con muchas pisadas
y el mismo ruido del piso
donde siempre se pudo ver el infierno.
Hay duelos que no caducan, y vienen juntos.
1998
2022
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