Y ahora que veo
de día,
lo que de verdad ocurre
conmigo,
no todo habla de mí
ni está aquí;
me sigue de cerca
y a un lado,
como un cuaderno
en casa
que ya no puedo sentir
ni es mío;
lo ajeno se descubre
en una mirada
que no vuelve dos veces,
como esos seis dedos del sueño
que no puedes tocar
ni existen;
y si no hay abrazos
en el precipicio,
junto los pies
porque es sólo un dibujo
sin nada
que yo haya escrito.
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