Tengo una inquietud dentro
que no es mía ni puedo parar,
me atraviesa los días
y se pausa a ciegas conmigo;
no es concreta ni tiene rostro,
tampoco habla,
sólo mira de frente
sin salir de mí;
y ya sea un engaño
o pura desesperación,
se jacta a carcajadas
con su puñal asesino y vigilante.
Si el pensamiento se dirige,
este sentir tiene dueño
y es tan inocente como culpable.
Sacude brutal, y a veces mata.
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