Una hierba de asfalto florece
en nosotros
y cuidada rodea el corazón
con toda su fuerza hasta rompernos;
la vida entonces reclina el cuerpo
y cierra sus ojos,
caen brazos y rodillas,
los pies no tocan la acera,
el pensamiento se pierde
dentro y solo,
la respiración reduce su ritmo
como un viento que ya dio la vuelta;
y ya nada interrumpe el sueño,
quizá el tinte o las canas.