en un árbol encantado;
y naranja era el contorno
con vueltas en los ojos, goteando;
y las manos protegieron un abrazo
que no necesitó halagos;
no se encontraron en el agua,
salieron de una toalla de nombres gastados,
amarilla nublado;
y se curaban besándose las palabras,
coloreando sentidos del pasado,
recorriendo el cuerpo con la mirada,
con las manos;
y guardaron todo lo que soñaron
confiando en un cuaderno
que se escribiría solo en unos años.
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