ventanas a otra casa en la mía,
los días contados;
y queda la asfixia
que gritaba a escondidas,
la que callaba escribiendo
y no pudo irse,
la que nunca supo;
ya casi no queda nada,
ya ni se escucha cuando sonríe,
ni cuando llora;
a este lado de la cuerda,
nunca basta con creerlo todo.
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