No mira a otro lado,
no alcanza a ver las manos;
no responde;
y cada día al alba,
una burbuja golpea su ventana,
sube escaleras y toca la puerta;
no responde;
cuando anochece,
apenas queda aire y explota en palabras,
dibuja misterios, cuelga sueños;
no responde;
y ya en la horca,
inventa un dios con quien hablar.
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