Perdió la llave al hablar;
y una voz confiaba, la otra lloraba;
las escaleras daban al viento,
sin fuerza, sin épica;
y aún puede verse de día
en un desorden al que no pertenece,
recorriendo casas,
inventando palabras
a un ritmo que golpea el cuerpo;
y no calla.
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